Teresa Corona y  Miguel Ángel Maroto Serrano- Sobrecarga del cuidador y escala Zarit.

 

¿QUÉ SIGNIFICA EXACTAMENTE SER CUIDADOR DE OTRA PERSONA?

Es quien convive habitualmente con el paciente, le provee de recursos (alimentación, medicamentos, higiene…) y se responsabiliza de él. Es decir, es quien atiende a una persona que no es capaz de vivir de manera autónoma a consecuencia de una patología.

 

PERFIL DEL CUIDADOR

En España, el dato del Instituto Nacional de Estadística nos muestra que suele ser:

  • Mujer.
  • Casada.
  • Con estudios primarios.
  • Edad media de 52 años.
  • Convive en la casa con la persona dependiente, ya que existe en la mayoría de los casos una relación de parentesco.
  • El 43% de estas cuidadoras son hijas, el 22% esposas y el 7,5% nueras.

Lógicamente, se trata de un perfil estadístico, ya que también hay maridos o hijos varones, o personas con estudios superiores, o de diferente edad que la indicada como media… que ejercen como cuidadores.

¿CÓMO UNA PERSONA SE CONVIERTE EN CUIDADORA?

Suele ocurrir cuando la salud de un familiar sufre un daño repentino (ictus, accidente…) o empeora progresivamente debido a una enfermedad.

Esto conlleva una pérdida de la autonomía del enfermo y la necesidad de que uno o varios familiares se conviertan en sus cuidadores. Si son varias personas las que le cuidan (pareja e hijos, por ejemplo), es habitual que uno de ellos ejerza como cuidador principal.

Esta nueva situación se instaura en las dinámicas de la familia, del entorno social de la persona y del propio cuidador.

Desde ese momento, la vida del cuidador cambia de forma sustancial acorde a las nuevas circunstancias: debe reorganizarse en el área laboral, personal, familiar y social.

Si eres cuidador, seguramente te resulte conocida la situación.

 

¿QUÉ SUCEDE  A PARTIR DE ESE MOMENTO EN LA VIDA DEL CUIDADOR?

Es habitual que aparezca una sobrecarga significativa a nivel físico y psicológico  en el cuidador, a lo que muchas veces se suma la ausencia de apoyo a nivel familiar, institucional o social. Todo esto conlleva una disminución de su propio autocuidado.

O, dicho de otro modo, ¿alguien cuida al cuidador?

 

EL SÍNDROME DE SOBRECARGA DEL CUIDADOR

Se caracteriza por la presencia de un cuadro polisintomático: agotamiento emocional, cansancio, estrés, fatiga, (Aker 2011), falta de sueño, abandono o disminución de las relaciones interpersonales (amigos), descuido de la familia nuclear (pareja, hijos…), falta de libertad, ausencia de tiempo para sí mismo, o, incluso, conflictos (Ferrara 2004).

 

¿TIENES ALGUNOS DE ESTOS SÍNTOMAS?

  • Irritabilidad, depresión, ansiedad.
  • Sensación de cansancio continuo o prolongado.
  • Problemas de salud.
  • Dificultades para conciliar el sueño.
  • Palpitaciones.
  • Dificultades de concentración o de memoria.
  • Disminución de la energía.
  • Cambios frecuentes de humor.
  • Dificultades para relajarte incluso cuando cuentas con ayuda.
  • Desmotivación por actividades que antes te resultaban placenteras.
  • Reducción de actividades de ocio.
  • Sentimiento de indefensión.
  • Irritabilidad y culpabilización hacia otros que podrían ayudar.
  • Aislamiento social y familiar.

¿QUÉ PUEDES HACER PARA SENTIRTE MEJOR?

  1. Sé conocedor de la enfermedad y sus características para aceptar las circunstancias y cambios.
  2. Evita los reproches y sentimientos de culpa.
  3. Incide y valora los aspectos positivos: a pesar de las limitaciones que sufre la persona a la que cuidamos, valora lo que aún es capaz de hacer, sin importar el cómo o cuánto.
  4. Organiza tu tiempo: deja momentos para actividades gratificantes o placenteras.
  5. Establece límites en los quehaceres diarios.
  6. Pide ayuda cuando no sepas cuándo o cómo hacer algo.
  7. Acepta los sentimientos propios: es normal experimentar sentimientos contradictorios (alegría, tristeza, desesperanza, rabia…) Tener sentimientos negativos no significa que no seas un buen cuidador.
  8. No descuides tu salud: descansa y cuídate. Si te cuidas, podrás cuidar.
  9. Aprovecha los momentos buenos: tu actitud influye en la manera de sentir y afrontar esta situación.

¿QUIERES SABER SI ESTÁS SOBRECARGADO?

La Escala Zarit (Zant Burden Inventory), (Zarit et al 1980) es el instrumento cuantitativo de más utilizado en gerontología para este fin.

Es un cuestionario que, en un primer momento, se elaboró para medir la carga de cuidadores de personas con demencias. La escala se ha valorado en diferentes países. Aunque inicialmente se concibió como una entrevista, en la actualidad se emplea como formato auto aplicado (cuestionario).

En España consta de 22 ítems con una escala tipo Likert con respuestas que van de 0 a 4.

 

¿Qué información nos da?

Nos informa de la carga experimentada por el cuidador mediante una puntuación global. Los resultados sitúan al cuidador dentro de unos extremos que oscilan entre la ausencia de carga, la sobrecarga leve y la sobrecarga intensa (Crespo y López, 2007).

Una de las principales ventajas (Crespo y Rivas, 2015) es que resulta de gran utilidad para determinar la sobrecarga de cuidadores de pacientes de las siguientes patologías, entre otras:

  • Alzheimer (Gort et al., 2007; Regueiro-Martínez et al., 2007).
  • Esquizofrenia (Gutiérrez-Maldonado, Caqueo-Urízar y Kavanagh, 2005).
  • Esclerosis múltiple (Gutiérrez-Maldonado, Caqueo-Urízar y Kavanagh, 2005).

 

Además del cuestionario, a la hora de realizar una evaluación de la sobrecarga es útil emplear otros instrumentos, como la observación de la situación. También ayuda hacer entrevistas para valorar los factores que pueden suponer estrés en el cuidador:

  • Contexto del cuidador (nivel socioeconómico, situación familiar, laboral…)
  • Características personales del cuidador y del enfermo.
  • Elementos estresores presentes (falta de adaptaciones en la vivienda; cuidado de otras personas, como niños…)
  • Ayudas económicas o apoyo familiar o institucional (apoyos externos, cuidadores profesionales…)

En resumen, el concepto de sobrecarga del cuidador ha evolucionado en los últimos años desde una concepción unidimensional a una diferenciación entre carga objetiva y subjetiva (Crespo y Rivas, 2015).

La evaluación de tu carga resulta relevante para establecer las áreas donde necesitas más apoyo (Molloy, Lever, Bédard, Guyatt y Butt, 1996); para establecer o diseñar posibles tratamientos para el familiar dependiente (Farcnik y Persyko, 2002); o para valorar los cambios a lo largo del tiempo diseñando programas de intervención (Bédard, Molloy, Pedlar, Lever y Stones, 1997; Zarit, Antony y Boutselis, 1987).

A un nivel más alto (sanitario y social) es importante evaluar los cambios que se producen de manera longitudinal en el nivel de la carga de los cuidadores. Así, las instituciones pueden conocer qué impacto tienen los programas de intervención pública o privada para aliviar la carga de estas personas, en función de las características y duración de la enfermedad de la persona a la que cuidan.

 

BIBLIOGRAFÍA

Crespo.M. y Rivas T (2015). La evaluación de la carga del cuidador:una revisión más allá de la Escala Zarit. Clínica y Salud :Elsevier. Pág:9-15.

Crespo,M. y López,J. (2007). El apoyo a los cuidadores de familiares mayores dependientes en el hogar: desarrollo del programa “Cómo mantener su bienestar”. Madrid: IMSERSO.

Gort A.M, Mingot, M., Gómez, X., Soler, T., Torres, G., Sacristán, O., … Cabau, J. (2007). Use of the Zarit scale for assessing caregiver burden and collapse in caregiving at home in dementias. International Journal of Geriatric Psychiatry, 22, 957-962

Gutiérrez-Maldonado, J., Caqueo-Urízar, A. y Kavanagh, D. J. (2005). Burden of care and general health in families of patients with schizophrenia. Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, 40, 899-904

Regueiro Martínez  et al (2007)Escala de Zarit reducida para la sobrecarga del cuidador en atención primaria. Atención primaria:Elsevier.Pag :185-188.

A.M., March, J., Gómez, X., de Miguel, M., Mazarico, S. y Ballesté, J. (2005). Escala de Zarit reducida en cuidados paliativos. Medicina Clínica, 124, 651-653

Alejandro Villel y  Miguel Ángel Maroto Serrano-Beneficios de los animales de compañía en personas mayores.

 

BENEFICIOS DE LOS ANIMALES DE COMPAÑÍA EN PERSONAS MAYORES.

En España hay 2,3 millones de personas mayores de 65 años que viven solas. Todos los que convivimos con animales de compañía sabemos el importante rol que juegan en nuestra vida: amistad, compañía, amor… (Hirschman, 1994).

Esto es especialmente importante en el colectivo de las personas mayores, especialmente si viven solas. Les hacen sentirse más felices, más útiles y mejoran su salud.

PERO, ¿POR QUÉ DISFRUTAMOS DE LA COMPAÑÍA DE LOS ANIMALES?

Según Archer (1996) los humanos tenemos mecanismos que favorecen que las personas cuidemos animales y continuemos haciéndolo a lo largo del tiempo.

El cariño de las mascotas podría suplir relaciones incondicionales que, a veces, no se encuentran en los vínculos humanos. Es una de las razones por las cuales personas mayores o solteras, a veces, tienden a tener animales como sustitutos de otras relaciones humanas, como las parejas.

Podemos concluir, basándonos en Beck y Katcher (1996), que “las mascotas no son sólo un sustituto de las relaciones humanas, sino que las complementan, añadiendo una única y especial dimensión a la vida humana”.

Las mascotas siempre están para proporcionar ese cariño y esa escucha incondicional que ayuda a superar los tiempos difíciles. Nunca juzgan a sus dueños.

En conclusión, ese animal que se encuentra a nuestro lado es un pilar social y emocional. Todas las experiencias positivas que vivimos juntos ayudarán a fortalecer nuestro yo interno.

 

Y, ¿EN EL CASO DE LOS MAYORES?

Los animales mejoran la vida de las personas mayores:

  • Los dan una ocupación (alimentarles, jugar con ellos…)
  • Los mantienen activos, por ejemplo, al tener que salir a pasear en el caso de los perros.
  • Los proporciona una herramienta muy útil de cara a la interacción social, ya que los animales se relacionan con otros en el parque y las personas, a su vez, con los diferentes dueños.

Una vez llegamos a la edad madura y la ancianidad, nos enfrentamos a muchos desafíos:

  • La jubilación, que proporcionará un exceso de tiempo libre y, por tanto una continua evaluación de la propia identidad acompañado de sedentarismo.
  • Cambios físicos en los cuales notamos más fragilidad.
  • Posibles enfermedades que nos deterioren aspectos cognitivos y sensitivos restándonos autonomía y llegando a depender de familiares.

Es aquí donde entra el papel de los animales. Contribuirán a eliminar el sedentarismo que predomina en estas edades, creando una nueva obligación: la de salir a pasear con ellos, manteniendo la activación física y contribuyendo a tener una mente más libre y saludable.

El resultado será un estado emocional más positivo, eliminando un exceso de pensamientos y evaluaciones relacionados con la muerte o la pérdida de seres queridos. Una mente positiva es una mente saludable.

 

Y AHORA TE PREGUNTARÁS, ¿A QUÉ SE DEBE ESTE VÍNCULO HUMANO-ANIMAL?

Existen numerosos estudios y teorías que explican estos efectos, pero vamos a nombrar tres de los más reconocidos como referencia:

  • Teoría de la Biofilia (Wilson 1984): el ser humano tiene de manera innata un gran interés por la naturaleza y su entorno, lo que incluye a los animales. Ese interés está relacionado con la supervivencia, ya que sirve para predecir los peligros.
  • Teoría del Sistema de Apego (Cassidy and Shaver, 1999): explica la necesidad de afiliación del ser humano, siendo un rasgo universal el de relacionarse no únicamente con humanos, sino también con otras especies. Con ellas formamos lazos de apego como si de un familiar con consanguineidad se tratara.
  • Por último, la tendencia también innata del humano de cuidar a otros (Brown, Penner, and Brown 2012) que puede ser trasladado al cuidado animal para satisfacer esa parte interna que poseemos.

 

¿QUÉ ANIMALES DE COMPAÑÍA TENER?

Todo animal de compañía es positivo: un gato, un perro, un pájaro, un pez en un acuario o una tortuga… Todos generan responsabilidad y hábitos en su cuidado y aportan compañía, cada uno a su manera.

El perro es uno de los animales más beneficiosos a la hora de enfrentarse a la soledad, ya que genera mucha interacción con el dueño. Se convierte en una grandísima fuente de distracción a la vez que aumenta la seguridad de la persona. Todo esto tiene como resultado un gran aumento de autoestima.

Otra ventaja del perro como animal de compañía es su facilidad de adquisición: siempre es más fácil y económico conseguir un perro y cuidarlo que un caballo…

Sin embargo, no siempre es la mascota perfecta. Una persona con problemas de movilidad probablemente necesitará un animal con distintas necesidades, como un gato.

Hoy en día existen muchas casas y organizaciones de adopción de animales en las cuales se podrá adoptar a un perro o un gato como compañero. Nuestro nuevo amigo estará enormemente agradecido de que se le brinde la oportunidad de salir a vivir una vida.

El perro, además, será un facilitador para las interacciones sociales futuras.

 

EN CONCLUSIÓN

El animal de compañía es una herramienta muy potente para afrontar la soledad.

Aquellas personas que aún se sienten autónomas para vivir en su casa y no tienen familia o la tienen lejos obtendrán todos sus beneficios de manera más que inmediata: un animal que te exprese su gratitud y su cariño te ayudará a ser más feliz y saludable.

El estudio de Signes Llopis (2009) dice que: “el contacto con animales no solo influye en la recuperación de enfermedades cardiovasculares, sino que incluso puede llegar a prevenirlas; la observación implícita o el estar en presencia de animales tiene un impacto directo en la respuesta fisiológica y menor depresión”.

Puedes juzgar el verdadero carácter de un hombre por la forma en que trata a sus compañeros animales (Paul McCartney)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Archer, J., y Winchester, G. (1994). Bereavement following death of a pet. British Journal of Psychology, 85(2), 259-271. Recuperado de

http://search.proquest.com/docview/1293710400?accountid=14777

Beck, A. M., y Katcher, A. H. (1996). Between pets and people. West Lafayette, IN: Purdue University Press.

Brown, S. L., Penner, L. A., and Brown, R. M. (2012). Moving Beyond Self-interest: Perspectives from Evolutionary Biology, Neuroscience, and the social Sciences.

Cassidy, J. and Shaver, P. R. (1999). Handbook of attachment. Theory, Research, and Clinical Applications.